sábado, septiembre 01, 2007

Las Relaciones son Emocionales

Mientras preparo mi trabajo de Finanzas, donde debo recomendar una cartera o portfolio de acciones donde invertir, aprovecho el tiempo que demora mi computador para poder hacer los cálculos necesarios de los rendimientos, betas, varianzas y covarianzas; para contarles un poco de la clase que tuve ayer de Negociación “..basado en las relaciones”. En esta oportunidad me acompañó Alejanda, mi polola, pues estaba orientado a que las parejas comprendieran un poco lo que habíamos visto en el curso y que de paso, tuviese la oportunidad de conocer un poco más acerca de lo que son las negociaciones.

La clase comenzó con una pregunta hacia mi persona de mi profesor Don Jaime García (Autor del libro: “Inteligencia Relacional”), donde me consultó cómo veía la negociación y dónde veía que el curso había tenido un impacto en mí. Respondí que la negociación la consideraba como una relación donde las emociones eran el centro en el cual se mueven las personas. Comenté que en mi nuevo trabajo, como responsable del área comercial y ventas de Multiplica.com, me tocaba a diario la labor de conseguir clientes.

Acto seguido, le pidieron a otros compañeros que expusieron cómo estaban aplicando el curso. Mientras ello ocurría, me pregunté a mi mismo: “…mismo, ¿cómo has implementado el saber que las negociaciones son emocionales…?”. La respuesta -que era procesada muy rápidamente por mi deficiente procesador mental- logre allegar algunas imágenes de un par de conversaciones que sostuve donde efectivamente había logrado esgrimir el componente emocional.

El primero de los recuerdos fue la respuesta que recibí de don Alberto –el Gerente General de una gran empresa en el control de acceso llamada Genera- quien me señaló lo sorprendido que había quedado al recibir mi mail agradeciéndole, muy sinceramente, la oportunidad que me había dado al entrevistarme por un trabajo en su empresa. Efectivamente al enviarle dicho mail de gracias, logré tocar una fibra de si, que le produjo una grata imagen de mi como profesional; hasta el punto, en que al contarle donde estaba trabajando actualmente, me ofreció en el acto reunirse conmigo para ver qué es lo que podemos hacer por él. Imagínense, sin pedirlo, la reunión que necesitaba salió sin que lo pidiese.

El segundo recuerdo fue de hace tan sólo unas semanas, cuando me fui de mi último trabajo. En su minuto, mi partida obviamente produjo un estrés en las relaciones con mis superiores y colegas. Sin embargo y como “algo” he madurado, les plantee que su preocupación por el futuro de los proyectos que llevaba hasta ese momento, iban a ser traspasados a los nuevos ejecutivos y para ello, personalmente, me ofrecía para las reuniones que fueran necesarias, los informes con las bitácoras y un plan de acción para los meses que seguían. El sólo hecho de haberlo mencionado, produjo un inmediato cambio en el tono de las conversaciones. Ellos vieron que estaba dispuesto –sin medir retribución alguna- a apoyarlos aunque me estuviese yendo de la institución.

Bueno, la verdad es que se me vinieron varios recuerdos más, pero para no ser tan latero o fome, sólo les cuentos dos. Pero, ¿a qué quiero llegar? A que visualicen que dos simples hechos –que no me costaron nada, ni tiempo, dignidad, orgullo, dinero, etc.- produjeron un cambio muy positivo en las relaciones. Porque en ambos casos esgrimí un elemento fundamental, la emoción.
Si me preguntan si lo hice concientemente, no. La verdad que no, pero cada vez más pronto que tarde, veo que ir por la vida imprimiéndole el tema de la “emocionalidad” a las cosas –entre ellas, la relaciones- funciona, y funciona para bien.

Inténtenlo, no cuesta nada… y verán buenos resultados. Y ojo, funciona en todo ámbito de las relaciones: de pareja, laboral, como hijo, etc.

Saludos


Eduardo Reyes Bade

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